Necesitaba relajarme, así que fui a un masajista gay. Me hizo sentir muy bien y, obviamente, le gustó mi culo: empezó a tocarlo y a consolarlo... Pensé que era un idiota, así que dejé que se hiciera cargo. De repente se subió a la mesa de masaje y empezó a tomarme. Fue bueno, profundo y poderoso. Naturalmente, acabé dándole la vuelta y follando con él también.