En esta parte abandonada de Europa del Este, jóvenes soldados se aprovechan de pequeños chupapollas. Un chico rubio se excita cerca de dos soldados viciosos y acaba atado en una silla. Lo tratan como si fuera su juguete sexual personal. Lo bueno para la víctima es que le encanta. Los chupa y les hace la garganta profunda con avidez. El rubiecito es un evidente adicto a las pollas que necesita que le penetren su agujerito y que se corran sobre él.